SIBO y envejecimiento: lo que deberías conocer sobre microbiota, disbiosis e
inflammaging
¿Puede un desequilibrio intestinal acelerar tu envejecimiento? ¿Podrían los microorganismos de tu intestino determinar tu edad biológica? La ciencia actual apunta cada vez más hacia un rotundo sí. En concreto, el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado), tradicionalmente visto como un trastorno digestivo, está ganando protagonismo como factor que contribuye al deterioro fisiológico, la inflamación crónica de bajo grado y la alteración de funciones clave asociadas al envejecimiento.
En este artículo, basado en los últimos artículos científicos en la materia, analizo cómo el SIBO y la disbiosis intestinal pueden interferir con los mecanismos que sustentan un envejecimiento saludable, afectando la epigenética, la inmunidad y la integridad metabólica. Además, exploro algunas estrategias prácticas para proteger tu microbiota y, con ella, tu vitalidad a largo plazo.
SIBO: más allá del intestino, ¿podría ser un trastorno sistémico?
El SIBO se define como una proliferación excesiva de bacterias en el intestino delgado (por encima de 10³–10⁵ UFC/mL), que va acompañada de cambios cualitativos que alteran el equilibrio del ecosistema intestinal. Este fenómeno produce una cascada de consecuencias metabólicas, inmunitarias y neuroendocrinas que van mucho más allá de la hinchazón abdominal o la mala digestión.
Según Roszkowska et al. (2024), el SIBO se ha vinculado con 12 grupos de enfermedadesque incluyen no solo trastornos digestivos, sino también enfermedades neurológicas, autoinmunes, metabólicas, dermatológicas y psiquiátricas. Esto se debe, en parte, a la producción excesiva de compuestos como D-lactato, amoníaco y lipopolisacáridos (LPS), que atraviesan la barrera intestinal y activan receptores como TLR4, desencadenando una inflamación sistémica persistente.
Este estado de inflamación crónica de bajo grado, más conocido como inflammaging, se considera hoy uno de los motores silenciosos del envejecimiento biológico.

Inflammaging: la inflamación que nos envejece
El término inflammaging describe un estado inflamatorio crónico, leve pero constante, que se instala con la edad y deteriora de forma progresiva órganos, tejidos y sistemas. Está implicado, entre otras, en enfermedades como el Alzheimer, la diabetes tipo 2, la arteriosclerosis y la sarcopenia.
El estudio de Salazar et al. (2023) confirma que la microbiota de las personas mayores suele tener menos diversidad y una mayor proporción de bacterias proinflamatorias. Esta disbiosis no es solo una consecuencia de la edad, sino un actor activo en el proceso de envejecimiento. En cambio, los centenarios presentan perfiles microbianos ricos en Akkermansia muciniphila y Faecalibacterium prausnitzii, conocidos por su capacidad antiinflamatoria y antioxidante.
Una microbiota equilibrada no solo protege contra enfermedades: es un biomarcador funcional de longevidad.
Epigenética y microbiota: lo que comes cambia lo que eres (literalmente)
El envejecimiento no está escrito solo en los genes, sino en cómo estos se expresan. Aquí entra en juego la epigenética, que regula la activación o silenciamiento de genes mediante mecanismos como la metilación del ADN y la acetilación de histonas.
Según Gadecka y Bielak-Zmijewska (2019), nutrientes como folatos, polifenoles, colina y omega-3 pueden modular estos procesos epigenéticos, ralentizando el envejecimiento celular. Pero hay una condición indispensable: que esos nutrientes se absorban bien.
Y aquí volvemos al SIBO: al dañar la mucosa intestinal y alterar la producción de metabolitos clave, impide la absorción efectiva de estos compuestos. Además, modifica la microbiota de tal forma que favorece la expresión de genes inflamatorios y prosenescentes.
Puedes comer perfecto, pero si tienes SIBO, tu epigenoma puede ser que no se entere.

Microbiota, longevidad y calidad de vida: una ecuación directa
El objetivo no es solo vivir más, sino vivir mejor. El concepto de wellaging implica mantener energía, claridad mental, resiliencia metabólica y agilidad física. Y todo eso empieza (y se
sostiene, en gran parte) en el intestino.
Una microbiota rica en especies beneficiosas no solo mejora la digestión, sino que regula el sistema inmunitario, protege el sistema nervioso central y contribuye a la producción de compuestos bioactivos como el butirato. Este último es clave para mantener la integridad de la barrera intestinal, inhibir el estrés oxidativo y modular la inflamación.
En contraste, una microbiota empobrecida, desequilibrada o dominada por cepas patógenas produce permeabilidad intestinal, activación inmunitaria crónica y agotamiento mitocondrial.
¿Qué podemos hacer? Estrategias basadas en evidencia para restaurar el equilibrio
1.Diagnóstico preciso del SIBO:
- Test de aliento con lactulosa/lactitiol o glucosa (no invasivos). Nos dan una idea aproximada de qué está pasando a nivel intestinal, aunque algunos autores destacan ya que no son pruebas 100% fiables.
- Evaluación clínica de síntomas digestivos y extradigestivos (fatiga, niebla mental, disbiosis oral, etc.)
2. Intervención nutricional personalizada:
- Dieta baja en FODMAPs durante la fase aguda para mejorar la sintomatología, disminuyendo el SIBO. No extender más de 4 semanas, y realizarla siempre bajo supervisión clínica. Se ha visto que según el tipo de sobrecrecimento (SIBO, IMO, IFO, SIFO) la dieta FODMAPs podría estar, incluso desaconsejada.
- Introducción progresiva de prebióticos y alimentos ricos en polifenoles para ir enriqueciendo la microbiota intestinal.
- Suplementación con nutrientes clave en la salud (B12, vitamina D, folatos activos, omega-3, antioxidantes).
3. Reequilibrio microbiano:
- Uso controlado de antimicrobianos naturales (berberina, ajo, neem, comino negro…)
o de antibióticos de acción local como la rifaximina, siempre bajo supervisión
clínica. - Reintroducción gradual de simbióticos (probióticos y prebióticos adaptados al
paciente).
4. Estilo de vida pro-microbiota:
- Ayuno intermitente o descanso nocturno digestivo de más de 12 horas y ejercicio
moderado, para activar vías como AMPK y SIRT1. - Gestión del estrés (respiración coherente, mindfulness).
- Higiene del sueño y exposición matinal a la luz solar.
Conclusión: del intestino se depende más de lo que crees
Referencias científicas:
1. Roszkowska, P., et al. (2024). Small Intestinal Bacterial Overgrowth (SIBO) and
Twelve Groups of Related Diseases—Current State of Knowledge. Biomedicines, 12(5),
1030. https://doi.org/10.3390/biomedicines12051030
2. Salazar, J., et al. (2023). Exploring the Relationship between the Gut Microbiota and
Ageing: A Possible Age Modulator. International Journal of Environmental Research
and Public Health, 20(10), 5845. https://doi.org/10.3390/ijerph20105845
3. Gadecka, A., & Bielak-Zmijewska, A. (2019). Slowing Down Ageing: The Role of
Nutrients and Microbiota in Modulation of the Epigenome. Nutrients, 11(6), 1251.
https://doi.org/10.3390/nu11061251
4. Revista Mi Herbolario